Diremos que un niño es disgráfico, cuando la calidad de su escritura es deficiente, no habiendo ningún déficit neurológico o intelectual que explique esta deficiencia.
La escritura del niño disgráfico se caracteriza por ser ilegible o demasiado lenta. En ambos casos hay una imposibilidad de realización que le supondrá un atraso general en el desarrollo de su escolaridad. Dado que la función esencial de la escritura es transmitir el lenguaje oral, y ante la imposibilidad de que ello suceda de la forma idónea, los niños disgráficos presentan graves problemas en la adquisición y afianzamiento de todos los procesos de aprendizaje.
En las II Jornadas Grafológicas, celebradas en octubre de 1987, hacíamos referencia a las principales etapas de la adquisición de la escritura y de las condiciones necesarias para su desarrollo. Resumiremos ahora las más representativas:
1. Desarrollo de la motricidad formación signos gráficos.
2. Desarrollo mental comprensión.
3. Desarrollo del lenguaje transmisión.
4. Desarrollo socioafectivo adaptación.
5. Afianzamiento de la lateralidad coordinación.
Una considerable deficiencia en cada uno de estos campos puede ocasionar trastornos en el aprendizaje de la escritura.
Los niños disgráficos son detectados generalmente en el ámbito escolar. Sus profesores tienen grandes dificultades para descifrar sus escritos, animando continuamente al niño para que trate de esforzarse en su corrección pero sin ofrecerle las pautas adecuadas para lograrlo.
En el ámbito familiar sucede algo similar siendo todos conscientes de la poca calidad de la escritura del niño, llegando a recriminarle continuamente por ello.
Tradicionalmente se han ido utilizando infinidad de copias, muestras y caligrafías para que el niño fuera repitiéndolas una y otra vez.
Tras largos y laboriosos intentos por parte del niño los resultados obtenidos no son los deseados apareciendo la insatisfacción en todos los implicados, padres, profesores y el propio niño.
Los padres se sienten incapaces de proporcionarle nuevos métodos que le ayuden a superar su dificultad. El profesorado no cuenta con medios para poder ayudar al joven y es únicamente, en el mejor de los casos, el estímulo y la motivación adecuada lo que le permite obtener algún pequeño resultado momentáneo.
Pero el que verdaderamente sufre el problema es el propio niño, que desde un principio es consciente de la poca calidad de su escritura viéndose indefenso para poder remediarlo. Generalmente la reacción es muy negativa, sintiéndose el niño avergonzado de su escritura, tratando de eludir cualquier situación que le obligue a escribir y cuando lo hace, es siempre bajo una carga emocional muy grande, agravando aun más si cabe, la dificultad que supone para él tener que enfrentarse a un papel en blanco.
El niño disgráfico es consciente de su problema pero no sabe cómo solucionarlo.
Las dificultades que se le presentan diariamente a los niños disgráficos a la hora de transcribir sus conocimientos se ven incrementadas por la ortografía. Una ortografía dudosa es, a menudo, el origen de los retoques, paradas y malformaciones de las letras y palabras.
En la escritura de estos niños encontramos SIEMPRE:
a) Mala organización de la página: La página está mal organizada, no dando el texto ninguna impresión de unidad. Los espacios entre líneas y entre palabras son irregulares siendo el conjunto “sucio”.
b) Torpeza: Aparecen deformaciones y tropiezos. El trazo es de mala calidad, las letras están retocadas varias veces y las uniones son defectuosas.
c) Desproporciones: Aparecen graves distrofias del grafismo, siendo incoherentes tanto la dimensión como la proporción del tamaño.
Además de las características anteriores, habitualmente encontraremos:
Visión de conjunto sucia.
Líneas rotas, fluctuantes, descendentes o retocadas.
Palabras apretadas.
Espacio irregular entre palabras.
Ausencia de márgenes o márgenes irregulares.
Trazos de mala calidad.
Rellenos de óvalos y bucles.
Arqueos o angulaciones en determinadas letras.
Retoques en los puntos de unión.
Sacudidas.
Finales prolongados.
Irregularidades de dimensión.
Zonas mal diferenciadas.
Letras atrofiadas.
Escritura demasiado pequeña/grande.
Escritura demasiado extendida/encogida.
La escritura del niño disgráfico se caracteriza por ser ilegible o demasiado lenta. En ambos casos hay una imposibilidad de realización que le supondrá un atraso general en el desarrollo de su escolaridad. Dado que la función esencial de la escritura es transmitir el lenguaje oral, y ante la imposibilidad de que ello suceda de la forma idónea, los niños disgráficos presentan graves problemas en la adquisición y afianzamiento de todos los procesos de aprendizaje.
En las II Jornadas Grafológicas, celebradas en octubre de 1987, hacíamos referencia a las principales etapas de la adquisición de la escritura y de las condiciones necesarias para su desarrollo. Resumiremos ahora las más representativas:
1. Desarrollo de la motricidad formación signos gráficos.
2. Desarrollo mental comprensión.
3. Desarrollo del lenguaje transmisión.
4. Desarrollo socioafectivo adaptación.
5. Afianzamiento de la lateralidad coordinación.
Una considerable deficiencia en cada uno de estos campos puede ocasionar trastornos en el aprendizaje de la escritura.
Los niños disgráficos son detectados generalmente en el ámbito escolar. Sus profesores tienen grandes dificultades para descifrar sus escritos, animando continuamente al niño para que trate de esforzarse en su corrección pero sin ofrecerle las pautas adecuadas para lograrlo.
En el ámbito familiar sucede algo similar siendo todos conscientes de la poca calidad de la escritura del niño, llegando a recriminarle continuamente por ello.
Tradicionalmente se han ido utilizando infinidad de copias, muestras y caligrafías para que el niño fuera repitiéndolas una y otra vez.
Tras largos y laboriosos intentos por parte del niño los resultados obtenidos no son los deseados apareciendo la insatisfacción en todos los implicados, padres, profesores y el propio niño.
Los padres se sienten incapaces de proporcionarle nuevos métodos que le ayuden a superar su dificultad. El profesorado no cuenta con medios para poder ayudar al joven y es únicamente, en el mejor de los casos, el estímulo y la motivación adecuada lo que le permite obtener algún pequeño resultado momentáneo.
Pero el que verdaderamente sufre el problema es el propio niño, que desde un principio es consciente de la poca calidad de su escritura viéndose indefenso para poder remediarlo. Generalmente la reacción es muy negativa, sintiéndose el niño avergonzado de su escritura, tratando de eludir cualquier situación que le obligue a escribir y cuando lo hace, es siempre bajo una carga emocional muy grande, agravando aun más si cabe, la dificultad que supone para él tener que enfrentarse a un papel en blanco.
El niño disgráfico es consciente de su problema pero no sabe cómo solucionarlo.
Las dificultades que se le presentan diariamente a los niños disgráficos a la hora de transcribir sus conocimientos se ven incrementadas por la ortografía. Una ortografía dudosa es, a menudo, el origen de los retoques, paradas y malformaciones de las letras y palabras.
En la escritura de estos niños encontramos SIEMPRE:
a) Mala organización de la página: La página está mal organizada, no dando el texto ninguna impresión de unidad. Los espacios entre líneas y entre palabras son irregulares siendo el conjunto “sucio”.
b) Torpeza: Aparecen deformaciones y tropiezos. El trazo es de mala calidad, las letras están retocadas varias veces y las uniones son defectuosas.
c) Desproporciones: Aparecen graves distrofias del grafismo, siendo incoherentes tanto la dimensión como la proporción del tamaño.
Además de las características anteriores, habitualmente encontraremos:
Visión de conjunto sucia.
Líneas rotas, fluctuantes, descendentes o retocadas.
Palabras apretadas.
Espacio irregular entre palabras.
Ausencia de márgenes o márgenes irregulares.
Trazos de mala calidad.
Rellenos de óvalos y bucles.
Arqueos o angulaciones en determinadas letras.
Retoques en los puntos de unión.
Sacudidas.
Finales prolongados.
Irregularidades de dimensión.
Zonas mal diferenciadas.
Letras atrofiadas.
Escritura demasiado pequeña/grande.
Escritura demasiado extendida/encogida.
Identificar la escritura de un niño disgráfico, es relativamente fácil, pero es necesario resaltar las diferencias entre los distintos tipos de disgrafías.
La disgrafía estándar no existe, por ello es necesario el estudio exhaustivo de cada niño con sus deformaciones escriturales particulares.
Entre los diferentes aspectos más representativos destacaremos cinco grupos:
GRUPO I: LOS RÍGIDOS Tensión – crispación
Sobrealzados
Ángulos
Líneas apretadas
Palabras comprimidas
Retoques
Presión muy fuerte
Relativa regularidad de inclinación
GRUPO II: LOS FLOJOS Relajación – negligencia
Pequeña, rebajada
Movimiento flotante “marca el paso” de modo impreciso
Curva marcada
Líneas descendentes o irregulares, sinuosas
Letras atrofiadas
Dimensiones irregulares
GRUPO III: LOS IMPULSIVOS Precipitación
Sacudidas, prolongaciones largas
Desorganización general de la página
Líneas fluctuantes
GRUPO IV: LOS TORPES Retoques
Trazos torpes
Escritura espaciada
Mala calidad del trazo
Márgenes reducidos
Líneas muy sinuosas
Desproporciones
Espacios blancos que aparecen de modo irregular
Mala distribución de espacios
GRUPO V: LENTOS Y PRECISOS Frialdad
Aparentemente no tienen nada de disgráficos, porque mantienen las formas a costa de una lentitud importante
Búsqueda de precisión, control y organización
Mantienen la línea recta
Monotonía, falta de movimiento
Escritura recta, gran regularidad
Precisión y exactitud en todo
Enorme lentitud
Antes de realizar cualquier intento de reeducación de una disgrafía, deberán conocerse las causas y tratar de eliminarlas.
De nada nos servirá que el niño realice a diario un determinado número de tareas repetitivas, si no hemos estudiado a fondo las causas que le impulsan a no ser capaz de hacerse entender a través de la escritura.
Las disgrafías son detectadas en la fase Caligráfica infantil (aproximadamente entre los 10 y 12 años), en la cual el niño debería haber conseguido dominar las principales dificultades que implica la escritura:
Sostener y manejar el instrumento escritural
Poseer un conocimiento del vocabulario lo más completo posible
Haber logrado soltura en el acto de escribir
A partir de aquí comenzará el perfeccionamiento y la necesidad de encontrar su propia escritura. No deseará “moldear” lo que es común para todos, sino su propia escritura que lo diferencia de los demás, identificándole a él exclusivamente.
Los niños disgráficos son incapaces de superar esta fase, incrementándose los síntomas cuando se le añade el factor velocidad. La escritura caligráfica infantil es demasiado lenta para transcribir un pensamiento que cada vez se hace más rápido, enriqueciéndose día a día su dominio del lenguaje, sumándose además las exigencias del nivel escolar, que le obliga a tomar apuntes y realizar determinadas tareas a un ritmo inusual.
Los niños que no han superado la etapa anterior, presentan grandes dificultades, siendo sus escritos torpes e ilegibles, necesitando apoyo profesional que le ayude a buscar estrategias para superar su falta de destreza escritural.
Para ello se trabajara sobre todo aquellos condicionantes que influyen de forma directa en el acto escritural, es decir:
Desarrollo de la motricidad
Desarrollo mental
Desarrollo del lenguaje
Desarrollo socioafectivo
Afianzamiento de la lateralidad
Todos los factores involucrados, tratados de forma correcta, posibilitarán una correcta consolidación de la escritura permitiendo alcanzar así la automatización necesaria para lograr una escritura que responda a las necesidades del joven.
Será primordial que llegue a conseguir:
CLARIDAD en la exposición, llegando a expresar sus pensamientos con orden y secuencialización.
PRECISIÓN a la hora de elegir las palabras que mejor expresen lo que desea comunicar.
LEGIBILIDAD de su escritura, buscando una letra “clara”.
RAPIDEZ en la ejecución de los signos gráficos, sin que por ello se pierda legibilidad.
El niño deberá ser partícipe en todo el proceso y tomar conciencia de sus limitaciones, así como de la importancia de su superación.
Cuando haya adquirido ya su propia escritura, modificada y perfeccionada, se considera que ha llegado al final del desarrollo escritural y partir de aquí, solo se modificará en función del carácter que vaya desarrollando y de la evolución general.
“EL ACTO DE IMITAR ES CONSCIENTE, PERO EL DE MODIFICAR ES INCONSCIENTE Y ES EL QUE REFLEJA LA PERSONALIDAD DEL SUJETO” (Klages).
Dña. Mª Rosario Villagrasa Ballester
"IV Jornadas de Divulgación de la Grafología"