La esquizofrenia es la enfermedad más sorprendente con la que se enfrenta la psiquiatría. Toma a una persona joven, a veces muy joven, y le pervierte la programación mental de tal forma que le arma un mundo paralelo, le genera pensamientos extraños, sensaciones inusuales, creencias incontrastables, lo delira.
Al principio la mente es acosada por palabras cuyo origen ignora, mensajes que no logra comprender, visiones inesperadas, órdenes insólitas, un caos torturante que martiriza todo su ser. Así el afán de encontrarle un orden es desesperante y nada de lo conocido, de lo consensuado le sirve para lograrlo, y recurre a lo extravagante, a la fantasía para construir. Se convence, entonces, de que es alguien especial, único. Encuentra en el delirio un orden distinto, inverosímil, pero orden al fin.
El delirio místico es una de las maneras de ordenar la mente caótica del esquizofrénico. Esa voz que escucha no es una alucinación, sino la voz de Dios. Las sensaciones, los presentimientos, son mensajes divinos. Él encuentra la misión de ser un elegido, no para arengar a los descreídos, sino para atesorar la vivencia de Dios en este mundo.La esquizofrenia evoluciona por crisis, por brotes. Cada brote va incapacitando a la persona. Le quita la practicidad que se necesita para ser eficaz, para autosustentarse, para defenderse adecuadamente ante las amenazas de la vida. No valoran adecuadamente el peligro para ellos ni para los otros. Y se da la paradoja de que pueden ser víctimas sugestionables y fáciles para un depredador o ser ellos los victimarios. Es una enfermedad grave y desconcertante.
Fuente: Tomado del muro del Dr. Hugo Marietan
Psiquiatra, docente de la UBA
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