jueves, agosto 21, 2014

¿Qué pasa cuando escribimos?

Muchas veces me pregunto ¿qué entiende la gente cuando les contesto que soy grafoanalista? Y digo esto porque generalmente no recibo una segunda pregunta aclaratoria. ¿Será por pudor, por dar por sentado que conocen sobre el tema, porque escucharon a alguien hacer un análisis salvaje por televisión y suponen que la profesión es sólo eso: adivinar o suponer mediante métodos no muy claros cómo es algún famoso?

Lo cierto es que no se sabe muy bien de qué se trata esta ciencia auxiliar de la psicología, que cuenta ya con algunos milenios de antigüedad. Pero se la sigue considerando una pseudociencia, un método adivinatorio y otras tantas definiciones inexactas.

Tengamos en cuenta un simple dato histórico: en Egipto la escritura era considerada sagrada y en China se la veneraba como una extensión de la divinidad. Llegando a 1622, Camilo Baldo, profesor de Filosofía en la Universidad de Bologna, escribe un Tratado de cómo mediante una carta manuscrita se conoce la naturaleza y cualidad del escritor.

Y ya en nuestra época, la grafología se utiliza en muchos países del primer mundo como auxiliar de la medicina, la psicología, la investigación judicial, los recursos humanos, la publicidad; y así podría seguir nombrando. Aquí todavía hay que explicar de qué se trata y convencer, sobre todo al que nos escucha de sus bases científicas y su seriedad.

Es tan simple o tan complejo como esto: somos lo que proyectamos. En una nota, una carta, un garabato inconsciente, un dibujo o cualquier intervención que hagamos sobre un papel o cualquier otro tipo de soporte (pienso en un graffiti por ejemplo).

Nuestra forma de escribir, además de evolucionar, cambia según nos vamos sintiendo física y psíquicamente. En un mismo día pueden verse en escritos de la misma persona, diferencias más o menos notorias. ¿Cuál es la explicación?: El ritmo circadiano o reloj biológico, esto es a grandes rasgos, el ritmo interno de cada uno.

Este reloj equilibra los niveles hormonales según las necesidades, para que el organismo en su totalidad pueda responder de la forma más eficiente. Y todo esto lo comanda el cerebro, entonces al no sentirnos igual no proyectamos igual y pueden observarse pequeños cambios en nuestro grafismo. Y aquí aparece el gran protagonista: el cerebro que desde su estado nervioso o calmo, su dolor de estómago o alegría manda la orden a nuestra mano para que escriba o dibuje, y así se plasman estos cambios sobre el papel.

Este es el objeto de estudio de la grafología: el gesto gráfico, que depende nuestra psique, que proyecta la información del cerebro modelada mediante percepciones, sensaciones, emociones, malestares psicofísicos, ideas o imágenes, además del bagaje personal de cada individuo. Y es por esto que todo gesto gráfico es irrepetible.
Un escrito es el resultado de un complejo proceso biológico, a lo que se suma el patrón emocional que traemos, aprendemos y vamos desarrollando. Por lo tanto su interpretación correcta es el resultado de examinar, comparar y determinar las características que nos llevarán a una representación muy cercana de la personalidad de su autor.

Y esto es sólo el comienzo que, espero sirva para explicar ¿qué nos pasa cuando escribimos?

María Latorre
Grafoanalista
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