El sistema límbico, también llamado
cerebro medio, es la porción del cerebro situada inmediatamente debajo de la
corteza cerebral, y que comprende centros importantes como el tálamo,
hipotálamo, el hipocampo, la amígdala cerebral (no debemos confundirlas con las
de la garganta).
Estos centros ya funcionan en los mamíferos,
siendo el asiento de movimientos emocionales como el temor o la agresión.
En el ser humano, estos son los centros de la
afectividad, es aquí donde se procesan las distintas emociones y el hombre
experimenta penas, angustias y alegrías intensas
El papel de la amígdala como centro de
procesamiento de las emociones es hoy incuestionable. Pacientes con la
amígdala lesionada ya no son capaces de reconocer la expresión de un rostro
o si una persona está contenta o triste. Los monos a las que fue extirpada
la amígdala manifestaron un comportamiento social en extremo alterado:
perdieron la sensibilidad para las complejas reglas de comportamiento social en
su manada. El comportamiento maternal y las reacciones afectivas frente a los
otros animales se vieron claramente perjudicados.
Los investigadores J. F. Fulton y D. F.
Jacobson, de la Universidad de Yale, aportaron además pruebas
de que la capacidad de aprendizaje y la memoria requieren de una
amígdala intacta: pusieron a unos chimpancés delante de dos cuencos de comida.
En uno de ellos había un apetitoso bocado, el otro estaba vacío. Luego taparon
los cuencos. Al cabo de unos segundos se permitió a los animales tomar uno de los
recipientes cerrados. Los animales sanos tomaron sin dudarlo el cuenco que
contenía el apetitoso bocado, mientras que los chimpancés con la amígdala
lesionada eligieron al azar; el bocado apetitoso no había despertado en ellos
ninguna excitación de la amígdala y por eso tampoco lo recordaban.
El sistema límbico está en constante
interacción con la corteza cerebral. Una transmisión de señales de alta
velocidad permite que el sistema límbico y el neocórtex trabajen juntos, y esto
es lo que explica que podamos tener control sobre nuestras emociones.
Hace aproximadamente cien millones de años
aparecieron los primeros mamíferos superiores. La evolución del cerebro dio un
salto cuántico. Por encima del bulbo raquídeo y del sistema límbico la
naturaleza puso el neocórtex, el cerebro racional.
A los instintos, impulsos y emociones se añadió
de esta forma la capacidad de pensar de forma abstracta y más allá de la
inmediatez del momento presente, de comprender las relaciones globales
existentes, y de desarrollar un yo consciente y una compleja vida emocional.
Hoy en día la corteza cerebral, la nueva y más
importante zona del cerebro humano, recubre y engloba las más viejas y
primitivas. Esas regiones no han sido eliminadas, sino que permanecen
debajo, sin ostentar ya el control indisputado del cuerpo, pero aún activas.
La corteza cerebral no solamente ésta es el área
más accesible del cerebro: sino que es también la más distintivamente humana.
La mayor parte de nuestro pensar o planificar, y del lenguaje, imaginación,
creatividad y capacidad de abstracción, proviene de esta región cerebral.
Así, pues, el neocórtex nos capacita no sólo para
solucionar ecuaciones de álgebra, para aprender una lengua extranjera, para
estudiar la Teoría de la Relatividad o desarrollar la bomba atómica.
Proporciona también a nuestra vida emocional una nueva dimensión.
Amor y venganza, altruismo e intrigas, arte y
moral, sensibilidad y entusiasmo van mucho más allá de los rudos modelos de
percepción y de comportamiento espontáneo del sistema límbico.
Por otro lado -esto se puso de manifiesto en
experimentos con pacientes que tienen el cerebro dañado-, esas sensaciones quedarían
anuladas sin la participación del cerebro emocional. Por sí mismo, el
neocórtex sólo sería un buen ordenador de alto rendimiento.
Los lóbulos prefrontales y frontales
juegan un especial papel en la asimilación neocortical de las emociones. Como 'manager'
de nuestras emociones, asumen dos importantes tareas:
· En primer lugar, moderan nuestras reacciones
emocionales, frenando las señales del cerebro límbico.
En segundo lugar, desarrollan planes de
actuación concretos para situaciones emocionales. Mientras que la amígdala
del sistema límbico proporciona los primeros auxilios en situaciones
emocionales extremas, el lóbulo prefrontal se ocupa de la delicada coordinación
de nuestras emociones.
Cuando nos hacemos cargo de las preocupaciones
amorosas de nuestra mejor amiga, tenemos sentimientos de culpa a causa del
montón de actas que hemos dejado de lado o fingimos calma en una conferencia, siempre
está trabajando también el neocórtex.
Fuente:
Serena Martinez Dai
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