miércoles, noviembre 21, 2012

LOS MAESTROS - CURT A. HONROTH



INTRODUCCIÓN

En los confines del conocimiento existen regiones casi desconocidas cuya exploración supone riesgos muy grandes para el investigador celoso de su misión, que teme ser calificado de embaucador o algo semejante, al aventurarse en esos terrenos y relatar luego los secretos que creyó descubrir.
                Es muy difícil, por no decir imposible, precisar dónde empieza y dónde termina la verdad científica. La ciencia es evolución permanente y por eso, casi siempre, lo que en una época se tuvo por verdad indiscutible, fue desvirtuado y negado en otras.
                Por eso los comienzos de toda ciencia han estado siempre rodeados de un halo de misterio y charlatanismo, pero no olvidemos que las que en un tiempo se llamaron “ciencias ocultas” fueron más tarde el fundamento, entre otras, de la fisiología, la psicología y la filosofía. Conviene recordar también que la astrología fue la madre de la astronomía, como la alquimia lo fue de la química, y que tanto la medicina como sus ramas afines la odontología y la bioquímica llegaron a ser verdaderas ciencias gracias al aporte de los miles de experiencias que fueron acumuladas durante siglos por curanderos, manos santas, herbolarios, flebotomianos y sacamuelas.
                No es de extrañar entonces que los primeros hombres que se dedicaron a estudiar la escritura y a los que aún no podríamos llamar grafólogos, fueron tildados de charlatanes y como todos los que entonces se dedicaban a la investigación se vieron rodeados de peligros y obstáculos.
                Estos hombres observaron que existían relaciones constantes entre la expresión gráfica y ciertas modalidades caracterológicas tales como la bondad, la maldad, la humildad, la soberbia, el ansia de poderío, el retraimiento, la expansividad, etc.
                Como en aquel entonces, además de los monjes, sólo sabían escribir y no muy bien por cierto, los individuos pertenecientes a las clases más poderosas y encumbradas, era una verdadera temeridad arriesgarse a diagnosticar y poner en evidencia alguna de sus muchas y ocultas debilidades y defectos. Es muy probable entonces que más de un “neófito en grafología” haya recibido como premio a su amor por la veracidad científica, el tormento en una mazmorra o la muerte en el patíbulo.
                ¡Triste tributo que todo innovador ha rendido siempre a la incomprensión y a la ignorancia!
                Sin embargo y pese a todos los obstáculos e inconvenientes, esas observaciones y experiencias, pasando de uno a otro, se fueron acumulando en el transcurso de los años, hasta que en el siglo XVII, cundo las condiciones sociales fueron más favorables, apareció lo que podemos considerar como el primer libro de grafología conocido. Su autor, el italiano Camilo Baldo, profesor de la Universidad de Bolonia, lo editó en Capri en 1622. Se titulaba “Trattato como de una lettera missiva si conoscano l natura e la qualitá dello scriviente”.
                Hasta la época del abate Jean Hippolyte Michon (1806 - 1881), que fue el verdadero precursor de la grafología moderna (ver su obra “Système de graphologie”, nueva edición, París, 1931), los grafólogos fueron puramente intuitivos y se dedicaban en forma casi exclusiva a descifrar el simbolismo de signos aislados, sin condensar el resultado de sus investigaciones en síntesis caracterológicas.
                Este trabajo fue realizado por Jules Crepieux-Jamin, discípulo de Michon, y dado a la publicidad en sus obras “Las bases fundamentales de la grafología”, el “A-B-C de la grafología” y “La escritura y el carácter”, que son de inestimable valor como contribución al conocimiento de los géneros escriturales y un intento de clasificación hasta hoy, en algunos aspectos, insuperable.
                Ludwig Klages[1], el filósofo y caracterólogo alemán, basado en las conclusiones de la psicología y en sus propias teorías, elevó la grafología a la altura de una verdadera disciplina psicocaracterológica; Saudeck, Pulver, Streletsky, Jacoby, Annia Teillard y otros la enriquecieron al aplicar en sus análisis los sorprendentes aportes que en el campo de la psicología profunda y la psicopatología proporcionó la teoría psicoanalítica de Freud y de sus discípulos Adler y Jung.
                Para quienes todavía  no se explican la exactitud de un análisis grafológico, les diremos que eso ocurre porque jamás se han detenido a pensar por qué cada individuo escribe con un tipo de letra diferente, desconociendo que eso se debe a la influencia de su “yo interno” que, al influjo de fuerzas psíquicas inconscientes y por lo tanto incontrolables voluntariamente, se exterioriza en la escritura y pone de manifiesto a los ojos del grafólogo experimentado las múltiples y ocultas facetas de la verdadera personalidad del escribiente.
                La preponderancia de estos factores o pulsiones anímicas es tan grande que el que escribe, a la vez que expresa conscientemente su pensamiento, va reflejando en estos signos su verdadera personalidad inconsciente. Hay cierta analogía entre el lenguaje, el andar y la escritura.
                Para explicar esto dice Klages que todo gesto de expresión tiene un origen psico-afectivo, basado en la imagen conductora personal. Max Pulver lo completa diciendo que existe una proyección del propio cuerpo en la escritura, y Duparchy-Jeannez lo trata de demostrar en su libro “Les maladies d’aprés l’ecriture”.
Cómo es posible seguir, paso a paso, el curso de una neurosis, sometida al tratamiento psicoanalítico, lo muestra con claros ejemplos Annia Teillard en su interesante obra “L’âme et l’écriture”.
                En el terreno de las relaciones humanas la grafología puede ser de inestimable valor para el conocimiento de la verdadera personalidad de nuestros familiares y amigos, sin contar la importancia que puede tener el autoanálisis que nos revelará aspectos insospechados de nuestra verdadera idiosincrasia.
                Es posible realizar un esbozo de interpretación basándose en el simbolismo universal de los gestos de expresión, pues las características especiales de la escritura, tomadas desde este punto de vista, se prestan para ser captadas e interpretadas objetivamente, aún por los menos iniciados. Es cierto también que hay grafólogos de gran capacidad intuitiva, que con una sola letra, sobre todo si es inicial del nombre o apellido, pueden realizar un boceto, pero de allí a practicar un verdadero análisis psicocaracterológico hay un abismo que sólo puede ser salvado si, además de dominar la técnica, se poseen suficientes conocimientos como para poder reconstruir con los datos fragmentarios que nos brindan las tablas de interpretación, la estructura total de la personalidad del analizado.
                La expresión gráfica es la resultante de dos procesos psicomotrices: a) de un movimiento imitador voluntario y consciente; b) de un movimiento modificador, involuntario e inconsciente. (KLAGES)
                De acuerdo con esa teoría diremos que cuando aprendemos a escribir, lo hacemos tratando de copiar un modelo caligráfico determinado. Se trata pues, de un movimiento imitador de realización consciente, que él llama imagen conductora formal.
                Ahora bien, desde los primeros tanteos realizados por el niño en el aprendizaje de la escritura, se puede comprobar que cada uno de ellos impone a sus rasgos ciertas modificaciones personales, que permiten luego al docente reconocer a sus alumnos por la letra, sin ninguna dificultad.
                A estas modificaciones del modelo caligráfico original, verdaderos gestos inconscientes de expresión, que reflejan la personalidad del que escribe, las llama Klages imagen conductora individual.
                Vemos así como aún en esta primera etapa y a pesar de la inhabilidad gráfica y de la influencia de la voluntad, se pone de manifiesto la fuerza modificadora -agente deformador- de las pulsiones inconscientes.
                Podemos entonces deducir que el movimiento imitativo, es decir el de la imagen conductora formal, en realidad es muy fugaz, dada la predominante y prematura intervención de la imagen conductora individual, que imprime su sello característico y peculiar, a medida que se va adquiriendo la madurez escritural.
                Este proceso de transformación del modelo caligráfico original, que se produce a raíz de la influencia de factores psicosomáticos inconscientes, constituye el fundamento de la grafología y se denomina grafogénesis.
                Resumiendo, diremos que la grafología empieza donde termina la caligrafía.
                No debemos olvidar que el ser humano no es una máquina que responde siempre y de la misma manera ante iguales estímulos el hombre, y sobre todo el hombre moderno, es un ser que vive en conflicto, angustiado por la inestabilidad del presente y las inciertas perspectivas del futuro.
                El grafólogo analiza la expresión escritural del individuo, fijada en forma inmodificable y permanente, que queda grabada sobre el papel como un disco y que puede ser analizada infinitas veces por cuantos deseen hacerlo. Repetimos que la escritura es como un film donde el sujeto proyecta su personalidad en el espacio y en el tiempo en forma imperecedera, facilitando, gracias al rico caudal de informaciones que suministra, el acceso a las más variadas disciplinas en cuanto a investigación y exploración técnica.
                Dadas las características peculiares de la escritura, las múltiples facetas de la personalidad humana  se reflejan en ella imprimiéndole alteraciones estructurales que pueden ser captadas con más facilidad por el núcleo numeroso de los que no ostentan tan especializada capacitación.
                Por otra parte es posible reconstruir la historia evolutiva de una persona mediante el análisis seriado de sus escrituras, cuando, como sucede a veces, ha conservado hasta los primeros cuadernos de su época escolar.
                La grafología científica es el estudio analítico de los movimientos de expresión gráfica del individuo, es decir, el análisis de las causas o motivos psicosomáticos circunstanciales que inducen a fijar el gesto gráfico de un modo peculiar y personal sobre el papel, a trazar el autorretrato.
                Dicho en otros términos: La escritura es la representación simbólica, la expresión involuntaria e inconsciente más genuina de nuestra verdadera personalidad, pues nos permite captar la relación intrínseca entre el proceso grafogenético y el grado de evolución de nuestro aparato psíquico.
                No basta dominar el mecanismo técnico del análisis, conocer de memoria todas las tablas de significación, pues la verdadera ciencia de la interpretación sólo está al alcance de aquellos que, además de ser versados en psicopatología, filosofía y moral, poseen una larga experiencia en la materia y tienen la sensibilidad, imaginación, perspicacia, bondad y comprensión necesarias para poder penetrar en el misterioso y sagrado santuario del alma humana.
                En este ensayo, y procediendo con criterio ecléctico, hemos seguido a Klages en su genial concepción de la “imagen conductora”, el hecho base de la grafogénesis y verdadera piedra fundamental de la grafología científica moderna, sin que esto signifique en forma alguna, que estemos de acuerdo, en otros terrenos, con sus ideas filosóficas o sus concepciones morales y religiosas.-
CURT A. HONROTH
GRAFOLOGÍA - Teoría y Práctica
Honroth - Ribera
Editorial Troquel S.R.L., Buenos Aires, 1957


[1] + 29-7-56, a los 83 años.

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