INTRODUCCIÓN
En los confines del conocimiento existen regiones
casi desconocidas cuya exploración supone riesgos muy grandes para el
investigador celoso de su misión, que teme ser calificado de embaucador o algo
semejante, al aventurarse en esos terrenos y relatar luego los secretos que
creyó descubrir.
Es
muy difícil, por no decir imposible, precisar dónde empieza y dónde termina la verdad
científica. La ciencia es evolución permanente y por eso, casi siempre, lo que
en una época se tuvo por verdad indiscutible, fue desvirtuado y negado en
otras.
Por
eso los comienzos de toda ciencia han estado siempre rodeados de un halo de
misterio y charlatanismo, pero no olvidemos que las que en un tiempo se
llamaron “ciencias ocultas” fueron más tarde el fundamento, entre otras, de la
fisiología, la psicología y la filosofía. Conviene recordar también que la
astrología fue la madre de la astronomía, como la alquimia lo fue de la química,
y que tanto la medicina como sus ramas afines la odontología y la bioquímica
llegaron a ser verdaderas ciencias gracias al aporte de los miles de
experiencias que fueron acumuladas durante siglos por curanderos, manos santas,
herbolarios, flebotomianos y sacamuelas.
No
es de extrañar entonces que los primeros hombres que se dedicaron a estudiar la
escritura y a los que aún no podríamos llamar grafólogos, fueron tildados de
charlatanes y como todos los que entonces se dedicaban a la investigación se
vieron rodeados de peligros y obstáculos.
Estos
hombres observaron que existían relaciones constantes entre la expresión
gráfica y ciertas modalidades caracterológicas tales como la bondad, la maldad,
la humildad, la soberbia, el ansia de poderío, el retraimiento, la
expansividad, etc.
Como
en aquel entonces, además de los monjes, sólo sabían escribir y no muy bien por
cierto, los individuos pertenecientes a las clases más poderosas y encumbradas,
era una verdadera temeridad arriesgarse a diagnosticar y poner en evidencia
alguna de sus muchas y ocultas debilidades y defectos. Es muy probable entonces
que más de un “neófito en grafología” haya recibido como premio a su amor por
la veracidad científica, el tormento en una mazmorra o la muerte en el
patíbulo.
¡Triste
tributo que todo innovador ha rendido siempre a la incomprensión y a la
ignorancia!
Sin
embargo y pese a todos los obstáculos e inconvenientes, esas observaciones y
experiencias, pasando de uno a otro, se fueron acumulando en el transcurso de
los años, hasta que en el siglo XVII, cundo las condiciones sociales fueron más
favorables, apareció lo que podemos considerar como el primer libro de
grafología conocido. Su autor, el italiano Camilo Baldo, profesor de la
Universidad de Bolonia, lo editó en Capri en 1622. Se titulaba “Trattato como de una lettera missiva si conoscano l natura e la qualitá dello scriviente”.
Hasta
la época del abate Jean Hippolyte Michon (1806 - 1881), que fue el verdadero precursor de
la grafología moderna (ver su obra “Système de graphologie”, nueva
edición, París, 1931), los grafólogos fueron puramente intuitivos y se
dedicaban en forma casi exclusiva a descifrar el simbolismo de signos aislados,
sin condensar el resultado de sus investigaciones en síntesis caracterológicas.
Este
trabajo fue realizado por Jules Crepieux-Jamin, discípulo de Michon, y dado a la publicidad en
sus obras “Las bases fundamentales de la
grafología”, el “A-B-C de la
grafología” y “La escritura y el carácter”,
que son de inestimable valor como contribución al conocimiento de los géneros
escriturales y un intento de clasificación hasta hoy, en algunos aspectos,
insuperable.
Ludwig
Klages[1],
el filósofo y caracterólogo alemán, basado en las conclusiones de la psicología
y en sus propias teorías, elevó la grafología a la altura de una verdadera
disciplina psicocaracterológica; Saudeck, Pulver, Streletsky, Jacoby, Annia
Teillard y otros la enriquecieron al aplicar en sus análisis los sorprendentes
aportes que en el campo de la psicología profunda y la psicopatología
proporcionó la teoría psicoanalítica de Freud y de sus discípulos Adler y Jung.
Para
quienes todavía no se explican la exactitud
de un análisis grafológico, les diremos que eso ocurre porque jamás se han
detenido a pensar por qué cada individuo escribe con un tipo de letra
diferente, desconociendo que eso se debe a la influencia de su “yo interno”
que, al influjo de fuerzas psíquicas inconscientes y por lo tanto
incontrolables voluntariamente, se exterioriza en la escritura y pone de
manifiesto a los ojos del grafólogo experimentado las múltiples y ocultas
facetas de la verdadera personalidad del escribiente.
La
preponderancia de estos factores o pulsiones anímicas es tan grande que el que
escribe, a la vez que expresa conscientemente su pensamiento, va reflejando en
estos signos su verdadera personalidad inconsciente. Hay cierta analogía entre
el lenguaje, el andar y la escritura.
Para
explicar esto dice Klages que todo gesto de expresión tiene un origen
psico-afectivo, basado en la imagen conductora personal. Max Pulver lo completa
diciendo que existe una proyección del propio cuerpo en la escritura, y
Duparchy-Jeannez lo trata de demostrar en su libro “Les maladies d’aprés l’ecriture”.
Cómo es posible seguir, paso a paso, el curso de
una neurosis, sometida al tratamiento psicoanalítico, lo muestra con claros
ejemplos Annia Teillard en su interesante obra “L’âme et l’écriture”.
En
el terreno de las relaciones humanas la grafología puede ser de inestimable
valor para el conocimiento de la verdadera personalidad de nuestros familiares
y amigos, sin contar la importancia que puede tener el autoanálisis que nos
revelará aspectos insospechados de nuestra verdadera idiosincrasia.
Es
posible realizar un esbozo de interpretación basándose en el simbolismo
universal de los gestos de expresión, pues las características especiales de la
escritura, tomadas desde este punto de vista, se prestan para ser captadas e
interpretadas objetivamente, aún por los menos iniciados. Es cierto también que
hay grafólogos de gran capacidad intuitiva, que con una sola letra, sobre todo
si es inicial del nombre o apellido, pueden realizar un boceto, pero de allí a
practicar un verdadero análisis psicocaracterológico hay un abismo que sólo
puede ser salvado si, además de dominar la técnica, se poseen suficientes
conocimientos como para poder reconstruir con los datos fragmentarios que nos
brindan las tablas de interpretación, la estructura total de la personalidad
del analizado.
La
expresión gráfica es la resultante de dos procesos psicomotrices: a) de un
movimiento imitador voluntario y consciente; b) de un movimiento modificador,
involuntario e inconsciente. (KLAGES)
De
acuerdo con esa teoría diremos que cuando aprendemos a escribir, lo hacemos
tratando de copiar un modelo caligráfico determinado. Se trata pues, de un
movimiento imitador de realización consciente, que él llama imagen conductora
formal.
Ahora
bien, desde los primeros tanteos realizados por el niño en el aprendizaje de la
escritura, se puede comprobar que cada uno de ellos impone a sus rasgos ciertas
modificaciones personales, que permiten luego al docente reconocer a sus
alumnos por la letra, sin ninguna dificultad.
A
estas modificaciones del modelo caligráfico original, verdaderos gestos
inconscientes de expresión, que reflejan la personalidad del que escribe, las
llama Klages imagen conductora individual.
Vemos
así como aún en esta primera etapa y a pesar de la inhabilidad gráfica y de la
influencia de la voluntad, se pone de manifiesto la fuerza modificadora -agente
deformador- de las pulsiones inconscientes.
Podemos
entonces deducir que el movimiento imitativo, es decir el de la imagen
conductora formal, en realidad es muy fugaz, dada la predominante y prematura
intervención de la imagen conductora individual, que imprime su sello
característico y peculiar, a medida que se va adquiriendo la madurez
escritural.
Este
proceso de transformación del modelo caligráfico original, que se produce a
raíz de la influencia de factores psicosomáticos inconscientes, constituye el
fundamento de la grafología y se denomina grafogénesis.
Resumiendo,
diremos que la grafología empieza donde termina la caligrafía.
No
debemos olvidar que el ser humano no es una máquina que responde siempre y de
la misma manera ante iguales estímulos el hombre, y sobre todo el hombre
moderno, es un ser que vive en conflicto, angustiado por la inestabilidad del
presente y las inciertas perspectivas del futuro.
El
grafólogo analiza la expresión escritural del individuo, fijada en forma
inmodificable y permanente, que queda grabada sobre el papel como un disco y
que puede ser analizada infinitas veces por cuantos deseen hacerlo. Repetimos
que la escritura es como un film donde el sujeto proyecta su personalidad en el
espacio y en el tiempo en forma imperecedera, facilitando, gracias al rico caudal
de informaciones que suministra, el acceso a las más variadas disciplinas en
cuanto a investigación y exploración técnica.
Dadas
las características peculiares de la escritura, las múltiples facetas de la
personalidad humana se reflejan en ella
imprimiéndole alteraciones estructurales que pueden ser captadas con más
facilidad por el núcleo numeroso de los que no ostentan tan especializada
capacitación.
Por
otra parte es posible reconstruir la historia evolutiva de una persona mediante
el análisis seriado de sus escrituras, cuando, como sucede a veces, ha
conservado hasta los primeros cuadernos de su época escolar.
La grafología científica es el estudio
analítico de los movimientos de expresión gráfica del individuo, es decir, el
análisis de las causas o motivos psicosomáticos circunstanciales que inducen a
fijar el gesto gráfico de un modo peculiar y personal sobre el papel, a trazar
el autorretrato.
Dicho
en otros términos: La escritura es la representación simbólica, la expresión
involuntaria e inconsciente más genuina de nuestra verdadera personalidad, pues
nos permite captar la relación intrínseca entre el proceso grafogenético y el
grado de evolución de nuestro aparato psíquico.
No
basta dominar el mecanismo técnico del análisis, conocer de memoria todas las
tablas de significación, pues la verdadera ciencia de la interpretación sólo
está al alcance de aquellos que, además de ser versados en psicopatología,
filosofía y moral, poseen una larga experiencia en la materia y tienen la
sensibilidad, imaginación, perspicacia, bondad y comprensión necesarias para
poder penetrar en el misterioso y sagrado santuario del alma humana.
En
este ensayo, y procediendo con criterio ecléctico, hemos seguido a Klages en su
genial concepción de la “imagen conductora”, el hecho base de la grafogénesis y
verdadera piedra fundamental de la grafología científica moderna, sin que esto
signifique en forma alguna, que estemos de acuerdo, en otros terrenos, con sus
ideas filosóficas o sus concepciones morales y religiosas.-
CURT A. HONROTH
GRAFOLOGÍA - Teoría y Práctica
Honroth -
Ribera
Editorial
Troquel S.R.L., Buenos Aires, 1957
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